Terrible es la situación de la
escuela a finales de siglo. La educación para la modernidad ya
no funciona. Estudiantes y docentes, ni aprenden, ni enseñan.
Los planteles se han convertido en clubes de reunión, de
exclusión y de des-encuentro social. Los que con esfuerzo
intentan cumplir con su función, no pueden hacerlo sin excluir a
gran cantidad de estudiantes. La mayoría de los colegios
cambió su rol; en sus locales se emplean docentes, obreros y
empleados, para cuidar y mirar muchachos.
En la escuela, casi todos los
docentes asumen el papel de guardias estudiantiles. Niños y
jóvenes, en lugar de ser enviados a estudiar, son depositados
allí para que docentes y empleados los cuiden y los mantengan
ocupados. Los estudiantes están obligados a escuchar y obedecer
a unos docentes que, para justificar lo que cobran por "educar",
enseñan aprendizajes para la vida de medio siglo atrás
que hoy no sirven. Esta educación es el soporte de una elite
ignorante y de unas lacras de la política que, desde hace
años tienen la dirección del Estado. Esta
enseñanza no es de interés para los estudiantes. El
aprendizaje para la vida de la civilización contemporánea
¡lo conocen! Hace tiempo que fue enseñado en todo el
planeta.
Mientras la burocracia de la
educación moderna debido a sus fracasos realizaba a diario
cambios de modelo en su proyecto académico, desde el mundo
informal, con herramientas nuevas y eficaces no reconocidas como tales
por la academia, el comercio y la industria internacional, a
través de sus corporaciones educaron a las sociedades de todo el
planeta. Sin decirlo y sin permiso ¡lo hicieron! La academia
moderna desconoce que la instrucción pública posmoderna
nos enseñó lo básico para vivir.
Mientras los intelectuales divagaban
en la elección de textos y métodos para aumentar la
cantidad de información que debía grabar en su memoria un
estudiante, sin "nuestra" academia, o mejor dicho, con otra academia,
la producción económica implantó nuevos
métodos para enseñar, y educó a todo el mundo sin
que nadie lo advirtiera.
Sorprendidos y sin saber lo que
ocurría ante sus ojos, nuestros intelectuales calificaron como
transculturización a la nueva educación. Para ellos
ésta no era educación. La que si lo era enseñaba
con libros, maestros, escuelas, y sólo los intelectuales de la
academia podían diseñar esa enseñanza. Este error
de los academicistas hará del remedio para mejorar la
enseñanza un terrible veneno. Este, eliminará el empleo
de miles de docentes, empleados y obreros, en todos los niveles de la
educación pública y privada.
A lo largo de los años la
academia pasó de formadora de docentes o formar des-educadores.
Sus caducas instrucciones crean conflictos entre: la enseñanza
actualizada y eficaz asimilada desde lo informal que a diario recibimos
y la académica, formal, desfasada, casi inútil y
difícil de aceptar.
Los maestros, los libros, la escuela
y la lecto-escritura, no son lo más eficaz para enseñar
en la sociedad contemporánea. El crecimiento del conocimiento y
el avance de la técnica convirtió a estas herramientas
para la enseñanza en: primitivas, lentas, costosas, ineficaces y
tormentosas. Es muy probable que comenzando el Tercer Milenio, el
país donde la escuela pública nació, u otro,
decidan sepultarla. De ahí en adelante ocurrirá una
reacción en cadena. La educación posmoderna necesita usar
esos recursos en la reproducción de una enseñanza que
sirva a los propósitos de la civilización actual, en su
camino rumbo a la consolidación de la globalización, nos
guste o no. Hoy, el maestro contemporáneo y la escuela
posmoderna están obligados a educar miles de estudiantes; y eso,
no lo puede hacer en el aula mediante la lecto-escritura. La escuela,
el maestro y la lección para 40 alumnos, es historia
romántica.
Para lograr el cometido de
enseñar, el maestro tendrá que actualizar los contenidos
y utilizar las nuevas herramientas de la educación: la
televisión, el vídeo-proyector, las técnicas
audiovisuales en general, la computación y la
comunicación satelital. Sin estas herramientas
contemporáneas la educación será: cara,
excluyente, mala y rechazada. Además, los recursos
económicos empleados en ella se perderán o darán
menos frutos, si las nuevas herramientas se usan dentro de la escuela
actual en los países pobres. No se puede evitar la
exclusión que produce el desigual intercambio estético
dentro de la escuela, debido a la falta de consumo material de miles de
niños y jóvenes de bajos recursos. La falta de materiales
de estudio, ropa y útiles personales, excluyen de la escuela a
millones de niños y jóvenes en edad escolar.
La competencia para excluir
estudiantes se la disputan: la desfasada enseñanza
académica y la estética de la moda social. Este hecho
real, no deja otra alternativa que realizar la nueva enseñanza
en el mismo lugar donde se realizó la educación
asistemática: fuera del aula. De esta manera los planteles
quedarán para comedores, encuentros sociales, culturales,
deportivos y museos. La instrucción pública posmoderna,
informal y asistemática, es incluyente y lo será por
mucho tiempo; la instrucción pública moderna, formal y
sistemática, es excluyente desde hace muchos años.
La inmensa mayoría del
conocimiento útil para nuestra vida en la sociedad
contemporánea, no lo aprendemos en la escuela sino fuera de
ella. La mayoría de los nuevos oficios y actividades se aprenden
en el hogar y en medio del trabajo económico mismo: las aulas de
la nueva educación. La decisión para salir de la
educación actual, sus métodos, su escuela y sus
instituciones, es una decisión política que alguien
tendrá que tomar; y, es el reto para los que se plantean
revolucionar la sociedad, la educación necesita esa
revolución.
¿Por qué no es posible
el proyecto moderno y cual es la enseñanza para salir de
nuestras necesidades?
Responder la interrogante es para la
academia un conocimiento aterrador. La escuela de instrucción
pública de la enseñanza moderna y sus herramientas
mecánicas usadas para enseñar (el maestro, la
lecto-escritura y el libro), fueron desplazados por otros instrumentos
de enseñanza masiva más eficientes.
La principal característica
que domina el universo de la enseñanza es la crisis alrededor de
toda la esfera de influencia de la academia. Hace años se ha
intentado modificar la situación de la educación sin
éxito. A pesar de toda la inversión realizada en los
países del Tercer Mundo y principalmente en la América
Latina, los proyectos de educación modernos no han cumplido los
objetivos teóricos diseñados por los intelectuales
académicos.
Pero ¿cuál es la crisis
de la educación en los países de la América
Latina? La respuesta a la interrogante es múltiple; y los
caminos que nos dejan las respuestas son difíciles de aceptar,
mucho menos si son planteados por un no-intelectual que afirma: La
existencia de ¿otra academia? La situación requiere que
quien pueda ayudar lo haga. Aquí lo hacemos.
Primero, hay que indicar que los
problemas de nuestra educación derivan de: La imposibilidad de
cumplir los objetivos de la enseñanza moderna en los
países del Tercer Mundo por el desconocimiento que su
función hace tiempo fue cesada por la instrucción
enseñada por la posmodernidad. En segundo lugar, es necesario
explicar la contradicción que existe entre los objetivos
económicos de los que incluyeron en los suyos los de nuestros
países, y los objetivos de la educación moderna que
aún cree posible modelar e instalar un proyecto de país
independiente. En tercer lugar, existe un problema que si bien es
cierto nunca se planteó con claridad, todo el tiempo ha sido
boicoteado: la enseñanza de la construcción del
conocimiento. Necesitamos cambiar la enseñanza de instrucciones
por la enseñanza de la construcción del conocimiento. Y,
este último requiere una nueva conceptualización; vistas
las consecuencias que la dependencia nos ocasiona, es imperativo
seleccionar la dirección de su vector y acometer la tarea de
construir el conocimiento.
Estamos obligados a salir de las
soluciones de la economía de la escasez y reemplazarlas con
conocimientos para soluciones económicas abundantes. Esto hace
necesaria la investigación e invención de otra ciencia u
otro conocimiento. Es el reto que tenemos. Este ensayo busca ese
objetivo. Sin definir la cualidad del conocimiento que necesitamos y
sin subvertir el existente, seguiremos comprando recetas ajenas y
crecerá nuestro real problema: el desconocimiento, antecesor de
la dependencia.
Reflexión de tres
aspectos que originan el problema.
I
Hace tiempo que la enseñanza
de la educación moderna que nuestra academia dirige y "produce"
está en crisis. Lo indica la afirmación que hacen los
educados sobre la inutilidad práctica de lo aprendido: no sirve
para resolver la gran mayoría de los problemas que el hombre
enfrenta en la vida contemporánea. Poco es lo útil
enseñado por la escuela que no se aprenda fuera de ella con
mayor rapidez. La institución académica y sus
herramientas han sido desplazadas por una enseñanza que se
realiza con nuevos y eficaces instrumentos aplicados desde lo
asistemático por una "informal" no-academia. Esta última,
por más de 40 años ha enseñado a todo el planeta
sin decirlo; lo ha hecho. Lo que el hombre necesita conocer para
resolver los problemas de la vida diaria ya le fue enseñado.
La educación formal desconoce
como hecho educativo la enseñanza asistemática sin su
participación. No reconoce que la instrucción
pública básica para la vida posmoderna es un hecho
cumplido; y, al no aceptarlo, no protesta el atropello, callando la
muerte de (sus) nuestros proyectos. ¿Será la academia
cómplice? ¿La academia y sus instituciones ocultan que
otros nos modelaron sin nuestro consentimiento porque no desean
descubrir su desconocimiento y su inutilidad como portadora del saber?
Si la respuesta es afirmativa queda en el aire lo siguiente:
¿responderá la academia por el fracaso de la
enseñanza si es cómplice de él?
Aunque destinemos 50% PIB a la
educación nuestros proyectos modernos nunca se harán
realidad. En los últimos cuarenta años, la academia
gastó grandes recursos económicos empeñada en
enseñarnos su proyecto moderno; y paralelamente, desde lo
informal, una potente educación contemporánea no
reconocida aún como tal, nos enseñó lo que quiso,
cuando y como quiso. Y todo esto, sin nuestra autorización. Lo
más grave fue que: el asesinato de nuestro proyecto de
enseñanza se cometió en nuestras narices. El asesino fue
el proyecto educativo de la posmodernidad. Si existe un culpable es:
nuestra academia, sus intelectuales y su desconocimiento.
La educación moderna no puede
enseñar con sus caducas herramientas: el maestro educador, la
escuela y la lectoescritura; sus instrumentos básicos para
construir la realidad.
El maestro fue la primera herramienta
para enseñar que nos legó el pasado y el elemento
básico para la transmisión de los aprendizajes conocidos
a los hombres que usó la educación moderna. Su autoridad
emanaba del conocimiento de las instrucciones que necesitaba el hombre
rural para convertirse en ciudadano de la sociedad industrial. La
institución, el método y el sitio para enseñar,
eran los mismos que tenían más de 12.000 años de
uso continuo transmitiendo los aprendizajes sociales: los religiosos.
La misión mesiánica del maestro frente a los alumnos
exigía el respeto de su verdad, tal como la palabra del
sermón a los fieles. Un respeto subordinador.
Además, la enseñanza
moderna reprodujo en su seno la cultura institucional de la iglesia de
Roma. Las clases en un aula con pupitres no fueron otra cosa que la
reproducción del ambiente de la capilla. La educación
religiosa fue la única que conoció el hombre común
hasta el año 1.700 de nuestra era. El hombre moderno le
cambió el lugar y el nombre a la nueva capilla; y así, la
enseñanza cambió sólo el origen de su contenido.
El maestro, los alumnos y la clase, fue siempre la enseñanza de
la palabra sagrada: lo escrito en los libros enseñado como la
verdad.
El maestro de la enseñanza
moderna funcionó hasta que la palabra religiosa de la verdad
académica entró en crisis. Y ocurrió porque el
hombre inventó una nueva herramienta de múltiple uso
útil; divierte, advierte y enseña, comunicando miles de
imágenes a la vez: el audiovisual. Desde el momento que la
palabra religiosa de la academia cayó en desgracia, la lectura
que antaño era un placer se convirtió en trabajo pesado;
o mejor dicho, con el audiovisual el hombre descubrió que la
lectoescritura siempre fue un trabajo pesado.
Los maestros enseñan a los
niños que es un placer dormirse leyendo o escuchando cuentos.
Pero lo que los hace dormir no es el placer que sienten con el cuento,
sino el excesivo trabajo que realiza su cerebro construyendo la
realidad de palabras: se duermen por agotamiento, cansados y no felices.
La imagen visual construye el 80% de
la realidad humana, y a través del cine, la televisión y
la publicidad, esta consigue que el hombre participe de la realidad
ajena, de la misma imagen que ven los que construyen los conocimientos
de la ciencia.
La imagen audiovisual diaria
enseña más que todo lo que se pueda aprender imaginando
lecturas de textos. El discurso oral sólo funciona como medio
para extender explicaciones de hechos conocidos. No enseña nada
a nadie si no existe la obligación de realizar el trabajo
pesado: construir de palabras la imagen que dio origen al discurso.
Pero eso, si el discurso nació de imágenes; y, si de sus
conceptos, estas se pueden construir.
A lo anterior, hay que sumar la
incomodidad en que se convirtieron el pupitre y el aula. El más
humilde hogar y cualquier sitio de reunión pública poseen
más confort que la escuela. La empresa industrial de hoy ofrece
un confort mayor al que la escuela y el hogar humilde conceden al
estudiante y al obrero. La educación y su institución, de
manera natural se convirtieron en el infierno de los niños y los
jóvenes de la última generación. Sólo es
defendida como un edén por los "intelectuales" de la academia
que, aspiran seguir haciéndonos almacenar datos de memoria y
que, todavía anhelan obligarnos a forzar el trabajo del cerebro
para "conocer" imaginando lecturas; y todo esto, para conservar sus
empleos más allá del espectro de su función
moderna.
La educación posmoderna
funciona. Y sin los intelectuales de la academia moderna. La necesidad
de dar la batalla para imprimir en ella los objetivos e intereses del
hombre común, no nos obliga a hacerlo con la academia, ni con
los intereses de los intelectuales (por lo menos, no con los que hoy
existen), si es que el hombre común resulta incapaz de construir
su propio conocimiento, lo que sin lugar a dudas no es fácil de
materializar. El rumbo de la civilización con conduce a la
escasez, y seguirá por allí si no se trabaja con lo
abundante y por la abundancia. De lograrlo, el conocimiento en manos de
todos tiene que resultar inmenso.
La lectoescritura, la herramienta de
memoria automática de doble acción que permitió la
construcción de nuestra primera memoria artificial, inventada
por el hombre educador 6.000 años atrás, perdió su
lugar de privilegio en la transmisión de los aprendizajes. El
libro, la primera herramienta de transmisión mecánica de
enseñanza fue superada por una más eficaz, su uso demanda
menor esfuerzo.
La escuela de instrucción
pública de hoy, es una técnica de reproducción
automática de enseñanza masiva que no usa aulas ni
escuelas; es aplicada durante la práctica de comunicación
en medio de la vida diaria, sin que nadie advierta la presencia del
maestro ni de la institución. Sin hacer uso de la
memorización, ni del cálculo teórico, ni del
trabajo de la lectoescritura, sin regañar ni excluir
estudiantes, por más de cuarenta años la educación
posmoderna ha enseñado a todo el planeta lo que es necesario
conocer para la vida diaria contemporánea. Casi todos conocemos
qué es, cómo y para qué sirve la producción
contemporánea. No hizo falta la vieja escuela para conocer las
reglas sociales, los utensilios de uso hogareño, los de uso
social, las herramientas para el trabajo, la teoría de las
ciencias, el poder y sus guerras, etc.
La enseñanza
asitemática permanente de la que nadie se puede escapar,
enseña más rápido, más fácil y
más cosas que la diseñada por la academia. Una clase
teórica audiovisual de 30 minutos es 1.200 % más eficaz
que el mejor discurso catedrático disertado durante 2 horas.
En la enseñanza
sistemática académica, el número de estudiantes
por clase está limitado por el espacio físico y el
material docente. La enseñanza asistemática posmoderna es
una educación masiva que no tiene límites de espacio, el
material docente escaso su tecnología lo convierte en
superabundante, capaz de atender un número casi ilimitado de
estudiantes. Exceptuando el material que requiere diseño
intelectual docente, la infraestructura básica necesaria para la
educación audiovisual en parte ya existe, solamente hay que
organizarla, y es lo único que puede resolver el problema de la
educación y la exclusión de manera simultánea.
Implementarla es una decisión política que
enfrentará intereses, los de: los sindicatos, los gremios y la
academia.
II
El por qué los objetivos de
nuestra educación moderna no se cumplen, tiene su respuesta en:
la inclusión de nuestra enseñanza, con herramientas de
aprendizaje masivas, dentro de los objetivos económicos de los
países industrializados. La globalización
económica hace imposible la enseñanza para construir un
país moderno independiente. El capitalismo y el socialismo
independiente a fines del siglo XX son imposibles de lograr.
Aquí está la
contradicción principal que vive nuestra educación: la
enseñanza de aprendizajes políticos para una
nación independiente, para un Estado moderno. La independencia
nacional es imposible, inclusive, para las potencias nucleares. La
interdependencia económica creada por el comercio de materias
primas y soluciones ajenas ?artefactos, herramientas, alimentos, etc.-,
ató la vida de las naciones al crecimiento de las otras. La
economía capitalista, circunstancia natural para Europa, no lo
fue para todo el mundo. Los países colonizados no pudieron
elegir; fueron sometidos a la dependencia.
La independencia política de
la que tanto alarde hace la historia inventada por la academia, nos
dejó amarrados a las soluciones de la industria ajena. Nadie
hizo nada para sacar al país de ahí; por el contrario, se
aumentó la dependencia hasta de la verborrea de los
"académicos", y con ella, educando para la independencia se
aumentó la dependencia. Los métodos para enseñar
los aprendizajes que nos convertirían en países
industriales eran ajenos. Nuestra academia nunca construyó
conocimiento; recibió instrucciones para depender y con
eficiencia reprodujo esa "enseñanza". Toda la cultura nacional
que sus postulados "defendieron", en la práctica ha
desaparecido. Todas las soluciones para realizar la vida oriunda de
nuestros países, hoy figuran como recuerdos en las bibliotecas
de la academia. Su enseñanza, su defensa a través del
conocimiento, su producción para una industria nacional
independiente y suficiente ¡nunca fue objetivo de la academia!
Sólo un discurso para gozar de las ventajas del poder del Estado
sirviendo intereses de extraños.
Los últimos y casi
únicos discursos para construir un país moderno e
independiente, salieron de académicos que optaron por el
socialismo en la década de los años cincuenta; pero luego
que el socialismo se derrumbó como alternativa de país
moderno, los demócratas del capitalismo con la academia a la
cabeza, erradicaron de la enseñanza y de nuestra vida diaria, el
discurso socialista y todo vestigio cultural importante para impulsar
un proyecto de país independiente.
La falta de coherencia en la
dirección del Estado hizo imposible el proyecto nacional. La
enseñanza que emanaba de la academia nunca ayudó a los
gobiernos, a los empresarios y a la población a construir la
independencia económica. Y eso, hizo imposible la
creación de un conocimiento que permitiera construir nuestras
tecnologías e industrias apoyadas en una ciencia independiente.
Todo el conocimiento enseñado en los aprendizajes de nuestra
educación tuvo como objetivo la dependencia absoluta. Tanto es
así, que los aprendizajes políticos del socialismo
también fueron enseñanzas de dependencia del conocimiento.
El resultado de esta situación
es el total desconocimiento acerca de cómo producir lo que
usamos en la reproducción de vida nacional. Nuestros
académicos, políticos, empresarios, trabajadores y
estudiantes, lo único que saben hacer es cumplir órdenes
del FMI, BID, BM, ONU, etc. La academia sólo nos enseño a
recibir instrucciones. Nunca nos mostró cómo construir
conocimientos para crear soluciones a nuestros problemas. Sin
conocimiento científico y tecnologías propias, sin
soluciones para producir nuestra vida básica y sin una
educación propia que genere ese conocimiento, no existe
independencia nacional y su mención es falsa.
A fines de siglo la situación
de dependencia se agravó, llegando a límites tales que,
la subsistencia alimenticia es dependiente e insuficiente en todos los
países del Tercer mundo. El crecimiento tecnológico de
las naciones industrializadas, el aumento en el consumo de su
producción de alimentos y de su producción de bienes para
la vida diaria, nos hace cada día más dependientes. En el
comercio internacional no podemos competir con nadie. Nuestra
producción está desfasada de los productos que hoy se
consumen en el mercado mundial. Además, nuestras industrias no
producen a costos que puedan desplazar a las mercancías
producidas por la industria posmoderna; y el intercambio comercial
actual es demasiado desigual. Nuestras materias primas cada vez cuestan
menos y lo que importamos cada vez es más caro. Y si sumamos los
intereses de los pagos por los préstamos externos, la
inversión económica se hace imposible.
Lo único con lo que podemos
competir es con mano de obra no-especializada, abundante en los
países pobres. Y es su abundancia lo que le resta valor
económico de intercambio. Es tragicómico que la fuerza de
trabajo humano, constructora de todo lo artificial que existe en la
economía de la escasez y en la producción de valores de
intercambio, sea víctima de su propia producción de
riquezas. Miles de sus funciones han sido reemplazadas por la
robotización; y su uso, en los países industrializados se
contrata por la mitad de su valor. La única forma que se utilice
la mano de obra no-especializada es que adquiera valor, que se haga
escasa, y eso lo consigue el trabajador que se somete a la esclavitud.
El que acepta vender su trabajo por debajo del salario, hace que
éste aumente su valor para su empleador; pero su ingreso no
aumenta y así sólo subvive.
En los países industrializados
el trabajo de esclavo antiguo es escaso. Si alguien acepta una vida no
muy distinta a la de un perro y trabaja por comida y un hueco para
dormir, su trabajo aumenta de valor. Los hombres que trabajan por una
paga de cama y comida 14 horas diarias sin descanso hasta morir, son:
escasísimos. Tienen por lo tanto mucho valor; pero sólo
para su esclavizador.
Ese es el trabajo posmoderno que
existe para el obrero en la economía global, que nadie se
engañe, esto no tiene una fácil solución; no la
tiene tampoco nuestra academia y su educación, coautora de la
situación.
Está de moda entre las
enseñanzas de nuestra academia convertirnos en competitivos; la
fórmula mágica para salir de abajo es: competir. Pero
preguntamos ¿para qué? ¿Con qué?
¿Cómo? Las respuestas no las da la academia; nos responde
con nuevas instrucciones: " hay que exportar todo lo que podamos usando
nuestras ventajas comparativas y competitivas" y "tenemos que comprar
en el mercado mundial todo lo que necesitemos que sea más
económico que producirlo acá".
Y volvemos a preguntar ¿de
quién es la instrucción? ¿Para qué?
¿Por qué? ¿Con qué conocimiento? Por
supuesto, con el desconocimiento dependiente de los intelectuales de
nuestra academia y sus instituciones.
El proyecto posmoderno de las
potencias industriales tiene casi medio siglo de camino recorrido, las
soluciones tecnológicas y las instrucciones de uso para
reproducir la vida de los que aquí habitamos son de ellas.
Dentro de su proyecto de
construcción de la sociedad global, lo primero fue
enseñarnos a vivir con lo que ellos producían, desechando
lo nuestro; y lo hicieron. Sin darnos cuenta, poco a poco, a
través de una enseñanza nueva, sin aulas ni maestros, sin
exámenes teóricos, sin materias filtros, sin
operación colchón, sin el docente dictador, agradable, no
forzada, dinámica, y si se quiere, más democrática
y menos excluyente que la académica que tenemos, la
educación posmoderna nos modeló más rápido
y mejor que la vieja educación. La academia tiene que reconocer
ya que estamos educados y que su papel en la sociedad del Tercer
Milenio no tiene justificación; excepto como sostén de
las sectas que controlan el empleo profesional y le dan el soporte
necesario para su protección por el Estado: los colegios
profesionales.
La enseñanza profesional en
nuestros países, no enseña aprendizajes que no se puedan
adquirir fuera de la universidad o de los centros desde donde se
imparten, de manera autodidacta y con un poco de esfuerzo; eso
sí, se requiere saber cómo aprender a conocer,
cómo construir conocimiento y cómo asimilar
instrucciones. Y hoy esto se puede generalizar, si en la escuela
básica en lugar de enseñar un sin número de
instrucciones que no tienen ninguna utilidad para la
reproducción de la vida inmediata, se enseña a todos
cómo conocer y aprender (que no es memorizar datos e
instrucciones para obedecer) sin sacrificio. Si eso se realiza,
será suficiente para asimilar instrucciones técnicas
complejas sin la participación de la academia. Esto la
enseñanza posmoderna no lo dice, lo hace; si no fuera
así, una generación atrás la población del
Tercer Mundo hubiera desaparecido. El conocimiento de las cosas que
usamos y tenemos, que nos ayudan a vivir ¡no están en los
pensum de nuestra academia moderna!
Para ser barrendero, plomero,
mecánico, pintor, electricista, operador de computadora,
vendedor, caletero, acomodador de mercancías, político,
cajero, despachador, recepcionista, secretaria, buhoneros,
comisionista, fiscal, policía, chofer, desempleado, etc. que
constituyen prácticamente la inmensa mayoría de los
empleos disponibles para tres cuartas partes de la población
mundial, no se necesita la participación de la academia moderna.
Y la industria posmoderna no deja que los aprendizajes técnicos
que enseñan las universidades y demás academias tengan
uso prolongado. La duración de la demanda de empleo
especializado es relativamente corta, debido al crecimiento de la
robotización que sintetiza el trabajo técnico y el simple
a escala cada vez mayor.
Con el crecimiento de la
integración económica, la unificación de los
mercados y la asociación de las corporaciones hace crecer la
competencia. Para mantenerse competitivo, hoy se requiere más
velocidad y mayor cantidad de producción. Uno de los requisitos
para avanzar en la competencia es producir a escala cada vez más
grande; el otro, es subvertir la tecnología. La
revolución en la tecnología produce más y a
más bajo costo; el desconocimiento de cómo lograrlo
produce desconcierto, toma por sorpresa al competidor, se le encarece
su producción y su competidor captura su mercado. Cuando la
subversión tecnológica va acompañada de un
incremento en la magnitud del capital invertido, la revolución
en la producción incrementa la velocidad, la calidad y la
cantidad de los productos. Esto está ocurriendo ante nuestros
ojos día a día.
Los hechos expuestos anteriormente
hacen cotidiana la fusión entre grandes corporaciones y la
compra de las más débiles. La consecuencia de ello es la
intensificación permanente de la velocidad en la
construcción de robots para la producción de bienes de
consumo y bienes de producción, asegurándose de antemano
el consumo de sus productos y la reproducción del ciclo,
fabricándolos desechables o de duración efímera.
Esto es ayudado por el incremento en el modelaje social del consumo por
modas. Y éstas, cada vez tienen una permanencia de tiempo menor.
La producción de máquinas, herramientas y bienes
desechables, hoy casi no exige ingenieros; sólo se necesita un
trabajador con habilidades y destrezas suficientes para que, una vez
dañados, los retire del sitio que ocupan, los lance al pote de
reciclado e instale otros nuevos.
Esta circunstancia
contemporánea de la economía mundial condenó a los
países del Tercer Mundo a ser espectadores de los
acontecimientos; y aunque estos amenazan con arrollarlos, no lo pueden
evitar porque el desconocimiento de los pueblos es enorme. Ante esta
realidad hay que tomar una posición; pero la experiencia obliga
a no elegir una romántica. Hacerlo, empeorará la
situación.
Por ahora no existe otra
opción concreta que oponer al sistema de la
globalización, lo menos malo es utilizar los recursos que
existen para mejorar la situación de todos y no defender los
intereses de unos pocos cobijados bajo el ala del poder. No se puede
permitir que nos obliguen a mantener una academia de parásitos
que no saben qué hacer con el fango donde cayeron. Tampoco hay
que aceptar órdenes para enfrentar a la globalización con
metas utópicas de independencia nacional, ni menos dejarnos
arrastrar a combatir con arcos y flechas mísiles teledirigidos.
La ruta a la libertad pasa por el
sendero del conocimiento, de las nuevas ideas; pero no por las del
desconocimiento utópico mágico-religioso de muchos de
nuestros intelectuales. La globalización, o mejor dicho, los
intereses económicos del propietariado empresarial, consolidados
en el gobierno planetario que nos gobierna a su antojo, no hay que
combatirla. Nada garantiza que construir un poder antagónico a
ella, no será el poder a derrocar en el futuro. Es posible que
si nos sumergimos en el cómo conocer consigamos la manera de
salir del poder y de la globalización. Hay que investigar el
camino de: no enfrentarlos. Tal vez, disiparlos.
Siempre se nos indujo a enfrentar y
derrocar el poder; pero nunca antes alguien planteó disiparlo,
no enfrentarlo para no conocer nunca más un poder. Los
aprendizajes de la cultura de la subordinación se han
reproducido desde el mismo inicio de la vida social del hombre.
La existencia del aprendizaje de la
necesidad del poder en la sociedad humana la ha reproducido por miles
de años el mismo poder: "Sin un poder que dirija al hombre, este
no puede vivir", "sólo un poder reemplaza a otro poder", "la
sociedad necesita al poder", "la historia del hombre es la historia del
poder", "en toda la historia del hombre el papel principal lo tuvo el
poder", etc.
Ningún intelectual de la
academia cuestiona en la historia escrita el papel del poder como: la
reproducción continua del aprendizaje de la necesidad de la
subordinación, para asegurar la apropiación del
conocimiento de las soluciones para la reproducción de la vida
del hombre. Claro que con las enseñanzas de la academia de la
dependencia y las instrucciones elaboradas por el poder, ese problema
de conocimiento nunca se planteó; y con el desconocimiento
enseñado, menos se podía resolver. Y ha llegado la hora
de usar la capacidad de conocer para forjar una nueva sociedad desde la
misma globalización. Hay que disiparla sin enfrentarla, de lo
contrario crearemos otro poder que derrocar.
III
El problema central a resolver, la
búsqueda de soluciones con posibilidades de éxito a los
grandes problemas del hombre y de la sociedad humana, tiene que
resolver el cómo salir de la dirección y los soportes del
conocimiento que rigen la producción económica, el poder
de las elites y la reproducción de los aprendizajes de la
cultura civilizatoria del poder: la subordinación de la
mayoría por unos pocos y su versión donde las
minorías son sometidas por una mayoría subordinada por
una minoría.
Este gran problema a resolver se
puede abordar desde el conocimiento, cuestionando la manera como se ha
venido conociendo. Investigando la dirección y los intereses que
han establecido los aprendizajes del conocimiento actual, definiremos
mejor los objetivos y la dirección de lo que necesitamos
conseguir. El conocimiento y la ciencia que se crea con él, no
son neutrales ni nunca lo han sido. Y no podemos pensar tan
ingenuamente que lo que se nos enseña es todo el conocimiento,
ni lo más importante para nosotros. Los problemas que padecemos
a diario, en su mayoría, son productos del desconocimiento de
cómo producir y reproducir nuestras vidas sin depender de la
sociedad y de la civilización. Los que lo saben tienen el poder;
que más que la fuerza de un Estado no imposible de destruir,
tienen en sus manos el conocimiento y el control de las soluciones
prácticas, las que se transmiten de generación en
generación, manteniendo en secreto el cómo hacerlo,
impidiendo a cualquier precio que nada ni nadie cambie su
dirección durante su evolución. Y esta circunstancia que
vive la humanidad tiene más de 6.000 años caminando por
la misma dirección: la subordinación de todos por el
poder de las elites. Sustentado por la apropiación del
conocimiento heredado, el que permite conocer cómo obtenerlo, y
el que enseña a usarlo para mantener el poder.
Esta es la tarea a resolver por el
conocimiento para la libertad del hombre. Construir un conocimiento que
aleje al hombre de la dependencia de la sociedad y de la
civilización. No tenemos que destruir ni enfrentar a nadie,
excepto combatir nuestro desconocimiento.
El hombre es un ser social. Esa
verdad obtenida de la reflexión y observación de los
hombres, ha servido para que las elites, usando el poder en nombre de
la sociedad y de la civilización, arremetan salvajemente contra
toda manifestación de independencia. A fines del siglo XX de
nuestra era, casi no existen hombres que no dependan de la sociedad y
de la civilización para producir y reproducir su vida.
Es aquí donde tenemos que
dirigir nuestra búsqueda de soluciones: acabar con la
dependencia del hombre de la sociedad y de la civilización. La
civilización y la sociedad seguirán existiendo; pero la
vida del hombre no puede depender nunca más de ellas; y menos
ciego. Este camino de salida libertaria hoy es posible, no es
utopía, su materialización se puede realizar, para ello
es necesario dirigir nuestro esfuerzo hacia: el conocer.
El hombre ha construido lo artificial
que vemos y usamos para la vida y la reproducción de su especie;
y es lo único que justifica la cultura, nada más que eso.
Vivir para tener cosas y trabajar en función de acumularlas, es
el discurso que justifica la explotación del poder.
La construcción de viviendas y
la producción de ropas satisfizo la necesidad de protegerse del
medio ambiente. La invención del riego, la agricultura y la
cría de animales le permitió satisfacer la necesidad de
alimentarse y calmar la sed. La producción de medicinas la
creó necesitado de reparar su cuerpo azotado por la naturaleza y
por el resto de la biología. Así, el hombre
extendió, mejoró y aseguró su período de
vida y su reproducción. Toda la producción material e
intelectual, fundamentos de la cultura, tienen su justificación
hasta aquí. La civilización contemporánea
satisface plenamente las necesidades básicas que impulsaron el
proceso económico a muy pocos hombres; el poder no quiere
hacerlo y no lo hará.
A fines del siglo XX, casi 12.000
años después que el hombre se hiciera sedentario
según el conocimiento existente, las soluciones usadas por miles
de años para realizar la vida y su reproducción, que dan
fundamento al trabajo del hombre, se pueden reemplazar por soluciones
mucho más eficaces sin dependencia de la civilización, ni
de la sociedad, ni de la cultura. Esta última, es el
sinónimo del pasado que nos oprime en el presente. Es
cuestión de pensar, de aprender a conocer cómo construir
las nuevas soluciones.
Para conseguir mejores resultados,
necesitamos eliminar el aprendizaje que nos legó el poder por
miles de años y que sólo sirve a él: el culto a la
cultura. Nada ni nadie puede asegurar que todo lo producido por el
hombre tenemos que conservarlo por toda la eternidad. La cultura es el
mayor peso que el poder echó a la espalda de los hombres y uno
de los más potentes aprendizajes para mantener el poder de las
elites. Si construimos soluciones más eficaces que las tomadas
de la cultura, saldremos del poder sin enfrentarnos a muerte con
él. Se diluirá poco a poco hasta perecer.
La tarea no es fácil, pero a
estas alturas materializar un camino nuevo no es imposible. Cambiando
la dirección de los vectores de algunas tecnologías hacia
nuestros objetivos y con el crecimiento del conocimiento, daremos
enormes pasos para salir de la dependencia por necesidad a la libertad;
de ahí en adelante, una nueva sociedad u otra
civilización, será la libre decisión del hombre
consciente; mas, si lo obligan sus necesidades, lo decidirá el
hombre portador de su conocimiento y propietario del de toda la
humanidad. La percepción de necesidades que ha dirigido la
acción del hombre no lo volverá a dominar, si éste
no pierde el control y la propiedad de la producción del
conocimiento.
El uso de aprendizajes políticos para pasar de la opresión de la globalización a la libertad será el último uso de la producción de la cultura del poder, los hombres apenas puedan conocer los dejarán; el conocimiento de sus necesidades y no la sola percepción de éstas, lo obligarán.
junio de 2000