La deuda de la estética en la Revolución Bolivariana
Por Guayú De Falkón
El triunfo absoluto de la explotación capitalista neoliberal en
todo el planeta arrastró a pueblos enteros a la miseria, desesperanza,
enajenación, destrucción y esclavitud. El capital realizó su
sueño de establecer la explotación y su dominio a escala universal, y
no se divisa cercana la lucha global organizada de los pueblos para
revertir esta realidad. Entre los elementos usados para realizar
los dictados del capital con la mínima resistencia social está la
estética, esfera de realización humana asaltada por el capital privado
para expandir la cultura de la dominación universal desde lo más íntimo
del homo sapiens.
Muestra de la
afirmación anterior es la socialización de la imagen corporativa, el
sello de la explotación en la era neoliberal, la señal de éxito en el
entrenamiento animal de l@s human@s en la cultura del “sentido” de
pertenencia corporativa, triunfo de la técnica para producir la defensa
por los propios explotados de las nuevas marcas con que el capital de
la era neoliberal señala sus dominios de explotación, hecho que se
realiza tan igual como el terrateniente marca su ganado y cerca su
latifundio. Los logotipos, carnets de identificación,
vestuarios distintivos, “ambientes” de trabajo y esferas de consumo
social reemplazaron a los hierros calientes y los predios,
constituyéndose en los nuevos elementos y espacios para marcar y
explotar a los pueblos, hoy convertidos en el ganado humano de la
globalización neoliberal.
Manipulando la
necesidad estética de los seres humanos el capital privado puso a su
servicio una íntima esfera de realización de hombres y mujeres para
ampliar el saqueo y la explotación de los pueblos a escala universal.
Con la producción masiva de placer engañoso las transnacionales
de la industria cultural han contenido la reacción violenta de los
pueblos a su explotación, al producir en éstos complacencia, mas
no-resignación. La estética neoliberal ha construido una bella y bien
diseñada libre cárcel universal donde el capital tiene atrapada a la
conciencia social. La estética neoliberal es para la sociedad una dulce
amarga droga.
Como momento alguno en la historia de la sociedad
humana se ha puesto de manifiesto la extrema dependencia de hombres y
mujeres de la producción económica general de la sociedad, a partir de
este hecho se puede comprender la actual dependencia que evidencia el
movimiento cultural, su severa dependencia de las instituciones
económicas, y por lo tanto, su dependencia de los sujetos e
instituciones que dirigen la producción de los recursos materiales que
sirven de base para la reproducción de la vida de toda la sociedad.
Lo anterior se aprecia en toda su dimensión en el
movimiento estético que tiene como radio de acción a la revolución
bolivariana, apreciarlo en el curso del movimiento real de los sujetos
culturales y sus productos. La estética, el conjunto de las
diversas manifestaciones e innumerables e infinitas representaciones
que en l@s human@s producen goce e invitan al disfrute la contemplación
y al placer individual y social, se halla contenida, arrinconada y casi
paralizada en sus nuevas manifestaciones. Este hecho, en gran
proporción es producto de la acción de una industria cultural
antagónica a la manifestación de intencionalidad del soberano,
contraria a su disposición y anhelos de materializar una profunda
transformación social.
La posibilidad de la revolución bolivariana de contar
con su propio discurso estético, nuevas formas y representaciones
simbólicas, una estética bolivariana, se halla contenida por decisión
de una clase social y unas instituciones que, con un conocimiento
científico de la necesidad lúdica y estética de l@s seres human@s, por
espacio de más de tres décadas manejaron a discreción la necesidad de
goce y disfrute de la contemplación y el placer que manifiesta y exige
toda sociedad.
Utilizando el poder del conocimiento sobre la esfera
estética, la industria transnacional de la cultura neoliberal
construyó e instaló en la sociedad un modelo cibernético de
representaciones simbólicas, con el cual ayer encubrió sus propósitos y
hoy oculta los desastres de las antihumanas políticas económicas
sociales y militares de la globalización capitalista.
Es de esta manera como el neoliberalismo ha contenido
el reclamo, el rechazo y el combate masivo de los pueblos del planeta a
los estragos que causan sus dictados políticos, económicos, militares y
culturales en todos los lugares donde no ha necesitado recurrir a la
agresión armada. Es en la esfera cultural de la actividad
humana donde el neoliberalismo no sólo triunfó de manera rotunda sino
que aún continua reinando a su antojo.
Una sociedad realiza su vida diaria a través de un
conjunto de instituciones en donde los seres humanos se reproducen y
agrupan de manera preferente a lo largo de toda su vida. Las
instituciones culturales, aquellas donde se realizan el conjunto de
actividades artísticas, lúdicas, deportivas, educativas y de
investigación están más que nunca en completa dependencia de las
instituciones económicas, pues nunca como hoy las actividades que
armonizan y contribuyen a dar correspondencia y coherencia a la vida
humana en sociedad, habían sido tan dependientes de las instituciones
económicas como hoy lo son del sistema de producción industrial.
Sin el concurso de la industria el movimiento cultural
no puede presentar con la suficiente potencia el conjunto de nuevos
símbolos, formas y representaciones para el goce y disfrute de la
contemplación y el placer individual y social.
La revolución bolivariana hasta ahora carece de la
manifestación profunda y significativa de un núcleo duro de
representaciones estéticas. Su centro de fuerza creativo está
preso por la dictadura estética neoliberal en pleno desarrollo, cuyo
discurso cabalga sobre las transnacionales de la industria cultural
privilegiado por las transnacionales de la comunicación e información;
discurso estético que arrolla las cándidas y débiles nuevas
manifestaciones estéticas en la revolución bolivariana que presentan el
folclore y las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas como
su mayor expresión. La música, poesía, teatro, cine y TV están
intoxicados por el panfleto y la propaganda política revolucionaria y
contrarrevolucionaria, relegando a una vida subterránea las nuevas
manifestaciones y propuestas que el movimiento estético realiza con
enorme dificultad.
Una de las dificultades que encuentra la estética en
la revolución bolivariana radica en que quienes hasta ayer lideraban
las instituciones culturales de la sociedad venezolana, estaban y
siguen estando ganados por el quehacer cultural que les impuso la
propuesta estética de la industria cultural neoliberal. En un
mundo donde el quehacer cultural depende como nunca antes de la
industria, esta última, desde la esfera de la publicidad y la
propaganda impuso una estética dirigida a enajenar y engañar a toda la
humanidad, apoyada en sus propósitos por las instituciones económicas y
políticas neoliberales, todas protegidas por las instituciones
militares de la globalización.
Una muestra de ello es la ingerencia del Departamento
de Estado, la NED, la Casa Blanca y Humans Rights en la defensa que
realizan a favor de sus instrumentos de dominación locales, los 5ta
columnas intelectuales e institucionales representados por las ONGs,
SUMATE y los medios de comunicación social privados.
Las instituciones culturales del neoliberalismo
triunfan en todo el planeta tras su ataque al cerebro de los hombres,
dirigido a eliminar la conciencia colectiva de los pueblos y destruir
los arquetipos civilizatorios; estos objetivos los cumple la
homogeneización cultural que realiza una plutocracia fascista global.
Un bombardeo global indiscriminado contra la población, realizado
con símbolos simples e impactantes, impuso una ilusoria y fatal
esperanza de satisfacción, placer y goce permanente al alcance de
todos, irreal: la ilusión del paraíso terrenal del libre mercado
de la oferta y la demanda de la globalización económica neoliberal.
Las transnacionales impusieron una placentera amarga propuesta
estética, la que puesta al descubierto por la más grande desesperanza y
a la más terrible realidad que haya vivido la humanidad, como lo son la
invasión de Irak y el genocidio de Faluya y Palestina decidido por Bush
y el sionismo israelí, aún no se divisa su reemplazo por una estética
que proponga un goce y un disfrute de la contemplación y el placer en
correspondencia con la reconstrucción e integración de la humanidad,
coherente con la protección y reconstrucción de la ecología y con la
recuperación de la esperanza en que un mundo nuevo es posible, las
esferas de acción para la irrupción de un movimiento estético que
produzca y manifieste las nuevas representaciones y símbolos a la
sociedad de la revolución bolivariana.
Las guías de acción del movimiento estético tendrán
que dirigirse al encuentro de la ética para la liberación que propuso
Enrique Dussel, una ética que no sólo parte del hombre, sino que para
ser tal tiene que partir de la acción para salvar la vida humana,
salvar la vida de los hombres más necesitados de atención y protección:
los excluidos, concepto reduccionista con que el neoliberalismo
oculta la existencia e incremento de la explotación humana.
Una propuesta estética pertinente a los principios
fundamentales de la revolución bolivariana, no nacerá de un decreto
gubernamental ni tampoco del deseo de jerarcas gubernamentales ni de
partidos o movimientos políticos, por muy combativos y carismáticos que
estos sean.
Por el contrario, si el conjunto de sujetos políticos
no resuelve el problema de la injusticia e impunidad en la
administración de la Justicia de la revolución bolivariana, ni la ética
ni la estética encontrarán las vías naturales para expresarse con toda
su potencia para contribuir con la transformación social; y así, se
anidará una crisis de correspondencia entre las esferas de realización
de la vida social que día a día se hará más potente, propiciando entre
otras situaciones las condiciones para una reedición de Fuente Ovejuna
por un soberano que, mostró intenciones de ejercer la justicia popular
durante el funeral de un valiente fiscal, un escaso funcionario público
ético víctima del terrorismo político, víctima de la impunidad jurídica
que reina en la revolución bolivariana.
La falta de protección del Estado al fiscal y su
propia manera cultural de asumir riesgos facilitó su asesinato; y con
ello, a la colombiana se eliminó al único funcionario público que llevó
ante el poder judicial a los grandes actores de la rebelión que derrocó
a Chávez en el 2002, quienes luego del dictamen del Tribunal Supremo de
Justicia que los liberó de cargos por esos hechos generaron el paro
petrolero, los atentados terroristas, asesinatos, las guarimbas y la
importación de paramilitares colombianos. La última acción
terrorista obligó la aceptación de unas meas culpas del Poder Ejecutivo
y del Poder Moral, quienes se anticiparon en conjurar el peligro de que
se desatara la justicia popular, a la que Hugo Chávez e Isaías
Rodríguez miraron cara a cara en las puertas de la Fiscalía Pública
durante el velorio de Danilo Anderson.
La estética neoliberal atraviesa a lo largo y ancho la
sociedad en la revolución bolivariana. Su desalojo por una nueva
propuesta estética no se divisa, aún cuando los nuevos elementos
materiales y sociales que la integrarán o serán sus insumos desde hace
tiempo se encuentran presentes. El movimiento estético naciente
en la revolución bolivariana se pierde y desorienta cuando una gran
parte de su avanzada confunde o conjuga la estética con el folclore, el
panfleto y la propaganda; y se pierde mucho más cuando recibe apoyo
político condicionado indiscriminado intoxicado por la estética de la
oligarquía y del neoliberalismo. Esta relación entre la esfera
política y la esfera cultural conduce a la involución estética, la que
inducida o impuesta, ya sea por necesidad o por ignorancia de los
sujetos culturales y políticos, es fatal para el desarrollo de las
instituciones culturales que, en la revolución bolivariana, son las
encargadas de construir las nuevas representaciones y los vigorosos
símbolos que identificaran a la sociedad de la V República.
La revolución bolivariana ha tenido su mayor momento
de creación estética en el período 2002-2003, alrededor de la disputa
por la apropiación política del tricolor patrio que sirvió de
identificación a la sociedad durante la etapa más aguda del conflicto
político. El símbolo tricolor que fue motivo de innumerables
formas y representaciones que adornaron y alegraron las distintas
movilizaciones de la sociedad, tras la disminución de la confrontación
política dejó de ser el motor de la producción estética en la
revolución bolivariana.
Hasta ahora, la mayoría de las revoluciones sociales
realizadas por la humanidad fueron acompañadas por los intelectuales
artistas y cultores de las manifestaciones estéticas, quienes
presentaron sus propuestas transformadoras mucho antes que las
propuestas políticas, económicas y militares. En nuestro caso,
las grandes manifestaciones estéticas no se adelantaron ni acompañan a
la revolución bolivariana, entre otras cosas, porque los creadores y
cultores de la estética venezolana estaban al servicio de las
transnacionales de la industria cultural, eran funcionarios públicos
que dependían de la política clientelar estatal o están enajenados por
la estética neoliberal.
La sociedad bolivariana hasta ahora ha ganado la
batalla política y militar, combate duro con algunos éxitos en lo
económico social y recién se comienza a caminar hacia la batalla
cultural, esfera de combate donde hasta ahora el neoliberalismo ha
ganado todas las batallas. Ni siquiera el triunfo de Florentino
sobre el Diablo en La Batalla de Santa Inés, hecho que representa un
gran acierto político en el manejo de un símbolo cultural, y a la vez
lo convierte en un suceso de gran significación, no ha podido servir de
punta de lanza para el contraataque cultural contra la estética
neoliberal, por el hecho de que sus representaciones y detalles se
materializaron a imagen y semejanza del liderazgo político.
Es vital el concurso de los sujetos y actores
culturales en la complementación del diseño de vida social de la
revolución bolivariana para arrinconar y desplazar al neoliberalismo;
pero ese paso, no se da ni con la fuerza ni el ritmo que requiere el
momento que transita la revolución bolivariana. A esto se suma la
particularidad de que la creación estética no responde a una
organización militar y requiere de la más amplia libertad para la
realización del hecho estético.
La discusión política, el debate y la confrontación de
las ideas de la revolución bolivariana con los otros discursos hasta
ahora han sido débiles y escasos. Esta no ha contribuido con la
estética y se realiza en el plano y escenario cultural del modelo
neoliberal: el de los paneles televisivos, radiales y de la gran prensa
escrita. El debate se realiza a la medida, imagen y semejanza en
que las instituciones neoliberales lo permiten y desean, con excepción
del debate que desde una comunicación estatal llena de limitaciones se
intenta sostener con los otros discursos; esfuerzo que por su anarquía,
falta de contundencia y de un plan articulado para llevarlo adelante,
aún está por realizarse en casi su totalidad. A pesar inclusive de la
necesidad de educación política y despliegue de la comunicación e
información de la revolución bolivariana; exigencias que el liderazgo
pone de manifiesto de manera intermitente.
La gran participación del soberano en estos debates y
polémicas es como espectador de un show mediático bajo el marco de la
estética neoliberal, que con algunas excepciones, está reducido a los
limitados espacios comunicacionales estatales o afines a la revolución
bolivariana, motivo también de su escasa difusión. Es de tal magnitud
la fuerza de la cultura neoliberal que much@s bolivarian@s viven y
sufren la revolución por la TV y la radio estatales como cualquier
consumidor de mercancías, sumándose al conjunto de enajenados
mediáticos.
Una circunstancia que afecta la estética de la
revolución bolivariana es la injerencia e impertinencia de actores
políticos que dictan normas estéticas a los sujetos culturales,
pretendiendo, tal como lo ha hecho el neoliberalismo, que éstos se
conviertan en sus propagandistas, especificidad que no se corresponde
con sus intereses inmediatos ni es para ellos en general una actividad
pertinente.
La revolución bonita requiere manifestarse más allá
del discurso mediático, verbal o del deseo político u económico; y
tiene que apartarse del engaño propagandístico neoliberal tanto como
del condicionamiento político clientelar. La estética
bolivariana, las representaciones simbólicas de la revolución bonita
son una urgente necesidad para desalojar todo engaño placentero
neoliberal vendido e impuesto por la industria cultural de la
globalización durante tres décadas.
Para realizar la labor que corresponde a la estética
en la revolución bolivariana, sujetos y actores culturales requieren
del apoyo y la protección de los sectores políticos, militares y
económicos bolivarianos, sin su ingerencia ni condicionamiento; de lo
contrario, la estética resultante sería de duración efímera, rechazada,
o peor aún, rebelde, adversaria o antagónica.
La tarea política y económica para contribuir con la
estética en la revolución bolivariana es propiciar y edificar una
industria cultural nacional estatal y privada, libre de la ingerencia y
condicionamiento transnacional de la globalización neoliberal.
Radios, televisoras, prensa, editoriales, espacios para la
actuación y presentación de manifestaciones estéticas públicas, etc.,
son de urgente necesidad en todo el país. Ampliar los
espacios nacionales para la circulación del hecho cultural en la
revolución bolivariana exige el desarrollo de una potente industria
cultural nacional.
El manejo político mediático del discurso estético de los enemigos de la revolución bolivariana hicieron perder a la nación venezolana varias decenas de miles de millones de dólares durante el Paro Petrolero. Invertir cinco o diez mil millones de dólares en la infraestructura de una industria cultural nacional, contribuirá con la seguridad de la revolución bolivariana mucho más que comprar tanques fusiles y cañones; porque es la industria cultural quien construye y desarrolla las más grandes armas de guerra contemporáneas: los medios de comunicación social.
Una revolución social que no posea suficientes y
potentes medios de comunicación social y pretenda expandir sus
propuestas hacia el resto del mundo, no podrá expandirse con éxito ni
siquiera a la región a la que pertenece porque en la realidad
contemporánea es una revolución desarmada, tan desarmada como una
revolución sin fusiles ni cañones en el siglo XX.
Las armas que causan las mayores bajas en el bando
contrario no son las balas ni los cañones, sino los proyectiles y
mísiles de los discursos simbólicos de la desinformación y manipulación
científica de las letales y silenciosas armas mediáticas, las nuevas
armas con que la globalización neoliberal ataca y destruye a los
pueblos.
Como los proyectiles y mísiles simbólicos no causan
heridas visibles en el cuerpo humano, estos no son considerados por la
ciencia militar de la revolución bolivariana como armas de guerra, a
pesar de la evidencia empírica de lo significativo de los mensajes,
cuando frente a la TV, en vivo, se asesina al mensajero portador de
malas noticias; y más aún, a pesar de conocerse que la manipulación
mediática causa miles de muertos y destrucción material con la anarquía
y confrontaciones que desatan la manipulación y la desinformación
planificadas, tal como sucedió en Venezuela y en los genocidios que en
Ruanda fueron inducidos por los medios de comunicación privados,
sucesos que obligaron a la ONU a enjuiciar y encarcelar a perpetuidad a
sus dueños.
El conocimiento dependiente es un enorme dique que
impide dar saltos revolucionarios en la introducción social de nuevos
conceptos. Una revolución social que no subvierte el estado de cosas
heredado, ni genera nuevos conceptos o significados, se arriesga a
gastar de manera inútil toda la energía de la fuerza social que le
sirve de sustento. El movimiento cultural tiene que contribuir a
romper el mito que por generaciones enseñó que los medios de
comunicación social sólo son para entretener, informar y educar.
Desde hace años a la vista de todos se usan para dominar,
engañar, enajenar, desinformar y asesinar. Con ellos se realizan
masivos asesinatos morales y se inducen asesinatos físicos como el
asesinato de Danilo Anderson, los asesinatos del 11, 12 y 13 de abril
de 2002 y los más de 100 asesinatos de dirigentes campesinos que
exigían sus derechos enarbolando la Ley de Tierras.
La visión dependiente que la revolución bolivariana
heredó de un modelo de producción rentista y político clientelar, es
causa de que a 6 años de ejercicio del gobierno por la revolución
bolivariana, aún no haya nacido ninguna institución popular que se haya
consolidado como expresión genuina del poder popular que promueve la
revolución bolivariana, una gran debilidad política de las fuerzas del
pueblo en la revolución bolivariana. En esto convergen también la
falta de conocimientos significativos para desplegar la creatividad y
capacidad en la dirigencia popular, y el peso de la cultura de la
dominación control y manipulación social de la IV República heredada
por el liderazgo de la V República. De allí que hemos denominado
al gobierno de la revolución bolivariana, en más de una ocasión, como
un espacio de oportunidades revolucionarias que aperturó un gobierno
nacionalista de solidaridad con el pueblo, y no como un gobierno
popular. La participación activa del pueblo en los
acontecimientos y sucesos futuros determinarán si la revolución
bolivariana pasará a ser dirigida por un gobierno popular, o por el
contrario, se consolidará como un proceso de reformas nacionalistas que
elevó al poder a una nueva élite política, cultural, económica y
militar.
De la tormenta y remolino social que desató la
revolución bolivariana devino un cúmulo de acertijos simbólicos que hoy
nublan los cielos bajo los cuales se realizan las transformaciones
sociales, nubarrones y cúmulos de acertijos a disipar por una estética
del momento de la solidaridad social, de los derechos humanos, de la
defensa de la soberanía y de la integración latinoamericana. No
habrá cielos diáfanos sin la ruptura de la estética neoliberal, sin
empatía del movimiento cultural con el movimiento general de la
revolución bolivariana, sin que los sujetos culturales asuman una
actitud acorde a la propuesta de la ética para la liberación. De
lo contrario, siguiendo la guía estética actual del movimiento
cultural, la neoliberal, el movimiento estético no podrá contribuir con
la creación de los símbolos, representaciones y formas en que
trascenderán las transformaciones sociales en la revolución bolivariana.
La configuración de una representación simbólica que
se constituya en bandera de un genuino poder popular, descansa no sólo
en el movimiento político, económico y militar, sino que depende en
gran medida de la acción y actitud estética y ética del movimiento
cultural; y este último, por haber sido aplastado por el neoliberalismo
en todas las batallas, no ha recuperado aún sus fuerzas, ni tampoco ha
recibido la ayuda necesaria de las demás esferas de la sociedad para
poder realizar su parte de la tarea. Y se corre el riesgo que no la
realice porque el movimiento político no comprende que no es posible
realizar esa tarea con su ingerencia y condicionamiento.
El trabajo que corresponde a la estética en la revolución bolivariana no es la realización de un logotipo encargado por un empresario a una agencia de publicidad. La tarea a realizar es la producción de las representaciones y los símbolos que identificarán por generaciones a la sociedad de la revolución bolivariana; símbolos y representaciones que la proyectarán como la sociedad de la equidad, la solidaridad, los derechos humanos y la democracia participativa, una nueva esperanza para la sociedad humana. La tarea que la estética tiene por delante es gigante: desplazar y erradicar la estética neoliberal que sobrevive y atraviesa toda la vida de la sociedad en la revolución bolivariana. Esperamos que el Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad que hoy se inaugura en Caracas, aporte ideas y debates que pavimenten el camino productivo del movimiento estético, y contribuyan a la comprensión del movimiento político económico y militar de la necesidad de su ayuda no condicionada a la consolidación de un potente movimiento cultural.
Caracas 01 de Diciembre de 2004
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